Este término proviene del latín pro- (adelante) y crastinus (relacionado con el mañana).
Indica una acción negativa; es lo que se hace para no hacer otra cosa. La acción en que se incurre para evitar otra acción. Procrastinar es buscar el modo más complicado de hacer algo. Es saltar de una idea a otra… a otra…
La palabra existe desde el siglo XVI, pero se ha incrementado su uso recientemente ya que tiene que ver con el túnel por el que se escapa una parte considerable de nuestro tiempo.
Para ello internet es un medio perfecto para procrastinar, es tan bueno que me pregunto qué hacia la gente antes para perder el tiempo…
Y es que tanta oferta de información y contenidos, disponibles en cualquier momento, nos hacen perder parte de nuestro tiempo antes de empezar a hacer el trabajo que tenemos pendiente.
Hay que aclarar que procrastinación no equivale a pereza. Un procrastinador no es un vago, al contrario, puede ser una persona muy activa. El problema es que hay una discordancia entre lo que hace o desea hacer y lo que debería hacer.
Mirar el correo, leer la prensa, blogs… ocupa gran parte de ese tiempo que no empleamos en realizar nuestro trabajo. Y cuando esto ya empezaba a ser grave aparecieron las redes sociales convirtiéndolo en algo crónico.
No sólo se trata de un problema de productividad laboral, sino algo más profundo, que tiene que ver con el control sobre nuestras acciones. Porque como dice Carr: “la esencia de la libertad es poder escoger a qué quieres dedicarle tu atención”.
Revolotear por internet sin concentrarse en nada interesante no supondría ningún problema si no fuera porque al final acabamos cansados, cabreados y con la sensación de haber tirado el día a la basura.
Si sueles procrastinar puedes estar dentro de estas tres clases de personas:
El buscador de emociones que espera el final para enfrentar la presión de último momento.
El evasor, aquellos que no completan tareas para evitar el miedo al fracaso o el éxito y que están especialmente preocupados por lo que otros piensan de ellos. Los perfeccionistas entran en esta categoría.
Procrastinador decisional, aquellos que simplemente no pueden tomar una decisión, evitando esa responsabilidad.
Al principio postergamos nuestras tareas para más adelante porque aún queda tiempo, para dedicarnos a otras tareas no deseadas o improductivas como comer, oír música, salir de compras, hablar por teléfono, ver la tele o navegar por internet.
Pero a medida que pasa el tiempo la presión va haciendo acto de presencia, al contrario que la capacidad para ponerse en marcha y es cuando comienza el autoengaño haciéndonos pensar que aun nos queda tiempo.
Poco después llega el agobio y la desesperación porque el tiempo se agota y hay que realizar la tarea deprisa, por lo que el resultado no suele convencernos creándose, además de la ya presente ansiedad, insatisfacción con el resultado y negatividad.
Después, como justificación, preparamos infinitas excusas para justificar la falta de calidad o el incumplimiento de los plazos, por lo que el sentimiento de fracaso es mayor.
Dice la leyenda que existen personas capaces de usar internet sólo para fines decididos de antemano y durante el tiempo que tenían pensado. Afortunados ellos que no han perdido jamás una tarde sin querer.
Lo normal es que si estás obligado a pasar ocho horas seguidas delante del ordenador conozcas muy bien la sensación de estar liadísimo respondiendo mails, buscando información, hablando por teléfono, mirando Facebook o Twitter, abriendo fotos, descargando powerpoints o entrando en los periódicos.
Y que al final hayas hecho de todo menos lo que tenías que hacer.
Es entonces cuando la multitarea (el intento de hacer varias cosas a la vez) se alía con la procrastinación.
Y ahora… deja de navegar, cierra esta página y haz lo que tengas que hacer. Y si no lo haces piensa porqué, seguro que existe una buena razón.
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