Los egipcios inoculaban a los gatos algunas gotas de su sangre para protegerlos de las enfermedades y los malos espíritus.
Estaba prohibido matar a un gato, y la pena por hacerlo era de muerte, era tanto el respeto que existía por este noble animal que cuando el gato moría los egipcios se afeitaban las cejas en señal de duelo.
Los gatos eran animales salvajes que comenzaron su proceso de domesticación hacia el año 3000 a. C., debido a la abundancia de ratones que pululaban en los silos de grano que existían en Egipto.
El gran valor del gato como cazador de ratones hizo que los egipcios intentasen y lograsen su convivencia doméstica, pese a lo cual el gato no perdió su status divino.
La religión del antiguo Egipto incluyó el gato entre sus símbolos sagrados, estaba considerado como la reencarnación de los dioses en el trance de comunicarse con los hombres y manifestarles su voluntad.
La misma belleza del animal hizo que la diosa Bastet, símbolo de armonía y felicidad, fuese representada con cabeza de gato.
Según narran las leyendas Ra, dios del Sol, como castigo a los hombres, que se habían atrevido a cuestionar su autoridad, envió a la tierra a "ojo del Sol", una de sus hijas, que, en el desierto de Nubia (Sudán) se encarnó en Sekmet, una fiera y sanguinaria leona.
Pero ésta, traspasando los límites de su mandato, provocó tal cantidad de masacres y epidemias que, para evitar que aniquilase a la humanidad entera, Ra decidió enviar a la tierra al guerrero Onuris con la misión de calmar a Sekmet, la cual termina convirtiéndose en la alegre y pacífica Bastet, la diosa-gata, también conocida como Ousbasti o Bast.
De este modo, la leyenda trata de poner al alcance de los antiguos egipcios la ambigüedad y la tan característica dualidad felina: Bastet, el ojo de Ra asociado al Sol, protectora de los niños y diosa de la música, cálida y vivificante, que representaría la parte femenina, frente a la cruel y despiadada Sekmet, llamada "La Poderosa", que representaría la conexión con la luna y el espíritu oculto, misterioso, oscuro como la noche de los gatos.
Los egipcios, fascinados por esta divinidad al mismo tiempo lunar y solar, la representaron de numerosas maneras a través de estatuas y pequeñas esculturas de bronce o piedra.
En ellas, Bastet aparece representada de dos formas: como un gato sentado, con las patas anteriores extendidas y un pectoral en el cual estaba inscrito el escarabajo solar; o bien de pie, adoptando la forma de una mujer con cabeza de gato, portando un cesto y un sistrum (uno de los instrumentos musicales más antiguos conocido, consistente en una especie de sonajero de piezas metálicas móviles, en cuyo extremo se tallaba una cabeza de gato).
Siendo Bastet una de las divinidades del panteón egipcio más veneradas, no es de extrañar que fuesen numerosos los templos erigidos en su honor. El más famoso de ellos se encontraba en Bubastis, en una isla situada en el delta del Nilo.
Bubastis fue un famoso lugar de celebración debido a los numerosos festejos que allí se celebraban, durante los cuales las mujeres, venidas de todos los lugares de Egipto, imitaban los movimientos del gato en celo para seducir a los hombres, según cuenta el historiador Heródoto.
El festival en honor de la diosa Bastet se celebraba el 31 de octubre, al cual acudían miles de personas en peregrinación. Se hacían rezos y se quemaba incienso; pero también había cantos, vino y desenfreno.
Este festival era uno de los más alegres y magníficos de todo el calendario egipcio según lo descrito por Heródoto:
“Las barcas, llenas de hombres y mujeres, flotaron cauce abajo por el Nilo. Los hombres tocaban flautas de loto, las mujeres címbalos y los panderos, y quien no tenía ningún instrumento acompañaba la música con palmas y danzas. Bebían mucho y tenían relaciones sexuales.
Esto era así mientras estaban en el río; cuando llegaban a una ciudad los peregrinos desembarcaban y las mujeres cantaban.
Cuando alcanzaron Bubastis celebraron un solemne banquete: se bebió más vino en esos días que en todo el resto del año. Tal era la costumbre de este festival; y se cuenta que casi setecientos mil peregrinos celebraban el banquete de Bastet…”
Pero Bubastis no fue sólo un lugar de encuentro para festejos carnales y lúdicos. También, los peregrinos que deseaban pedir o agradecer las gracias recibidas, ofrendaban al templo una estatuilla representando a la diosa-gata.
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