Playa de los Cristales
También es conocida como la Playa del Bigaral. Se encuentra situada en Antromero, al sur de Luanco. Esta playa tiene 160 metros de longitud por 40 metros de anchura. Normalmente el nivel de ocupación de esta playa es bajo.
Hace varias décadas esta playa era utilizada como vertedero de residuos ya que existía una fábrica de vidrio en las cercanías. Con la creación del vertedero central se pudo eliminar el vertedero de la playa, sin embargo el tiempo y la acción del mar se fueron encargando de modelar esos vertidos, muchos de ellos botellas de vidrio, hasta convertir la playa, esa pequeña cala encerrada entre las rocas, en una brillante alfombra de cristalitos de colores.
Una playa en la que la arena ha sido sustituida por cuentas de cristal, erosionadas por el mar, quedando pulimentadas entre los cantos y la arena de la playa.
Ironía de la naturaleza ya que el cristal se hace a partir del dióxido de silicio que es uno de los componentes de la arena.
En días de sol el efecto es sorprendente ya que la arena refleja destellos de distintas tonalidades, verdes, marrones, blancos.
Precisamente en esta belleza está la maldición de la playa, ya que los visitantes terminan llevándose los cristales más hermosos y brillantes como recuerdo, con lo que en unos años se podría terminar con una playa formada por arena mezclada con cuentas de cristal y dejando pequeños cantos con a penas restos de cristalitos diminutos. Por otro lado, la erosión continúa su trabajo, pulverizando cada pieza hasta convertirla en fina arena de sílice casi indistinguible de cualquier otro grano de la playa.
Es precioso tomar arena en tus manos y ver el brillo del cristal. Siempre hay gente agachada recogiendo cristales, es curiosa la Naturaleza, devuelve belleza donde a ella le entregaron residuos y nuevamente el ser humano lo estropea.
¿Hasta cuándo conservará la playa su belleza? Yo misma, cuando la descubrí no pude resistir la tentación de recoger unos pocos cristales, y ahora conservo con mucho cariño un pedazo de esa playa en mi casa.
Si tenéis la oportunidad acercaos hasta allí, a contemplar el mar, la subida de la marea, el brillo de sus cristales, el golpear de las olas contra las rocas...
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