29 de mayo de 2011

EMOCIONES

Conductualmente, las emociones sirven para establecer nuestra posición con respecto a nuestro entorno, y nos impulsan hacia ciertas personas, objetos, acciones, ideas y nos alejan de otros.

Las emociones actúan también como depósito de influencias innatas y aprendidas, y poseen ciertas características invariables y otras que muestran cierta variación entre individuos, grupos y culturas (Levenson, 1994).

La inteligencia emocional, es un concepto del que hemos oído hablar mucho. Como su nombre indica se basa en la implicación conjunta de la emoción y la inteligencia. Las emociones nos ayudan a vivir y si no las manejamos con inteligencia pueden producir desequilibrios y situaciones negativas. Podemos conseguir que una emoción invada nuestra experiencia, contactando con otras emociones.


Cuando estamos invadidos por una emoción negativa, podemos traer a nuestra consciencia aquellas emociones positivas que nos ayudarán a salir adelante en ese momento.

Si somos capaces de conocernos a nosotros mismos entonces seremos capaces de conocer a los demás, de reconocer sus emociones a través de la comunicación emocional.


No todas las relaciones son conflictivas, el otro aspecto de la comunicación es saber profundizar nuestra relación con los demás, y para ello es importante contactar emocionalmente con la otra persona para escoger las palabras adecuadas.

Por medio de la emoción, un organismo sabe, consciente o inconscientemente, si una situación es más o menos favorable para su supervivencia. La emoción es el mecanismo fundamental que poseen todos los seres vivos para orientarse en su lucha por la supervivencia.

Las personas con habilidades emocionales bien desarrolladas también tienen más probabilidades de sentirse satisfechas y ser eficaces en su vida.

Ante un mismo estímulo podemos elegir experimentar varios tipos de respuesta.

El dolor o la tristeza son emociones negativas que provocan una bajada de energía y que estimulan una reflexión profunda. Nos ayudan a superar momentos difíciles de nuestras vidas. Pueden llegar a ser necesarias para establecer un período de transición entre un estímulo negativo externo y una recuperación emocional saludable.


Las emociones negativas son nuestra defensa en contra de amenazas externas, y nos ayudan a enfrentarlas. El miedo es una señal de defensa ante un peligro, la tristeza es una respuesta adaptativa ante una perdida, y el enojo surge cuando alguien nos ataca o invade.

Las emociones positivas como la alegría, el placer, la serenidad, la esperanza o la tranquilidad también cumplen un propósito evolutivo, ya que se ha encontrado que amplían nuestros recursos intelectuales, físicos y sociales, y permiten construir reservas que nos ayudan a enfrentar amenazas.

Por ejemplo la belleza es un estado emocional positivo, no es algo físico ni material. Es algo que se siente. Cuando ves una obra de arte, un paisaje, una persona que te resulta bella. ¿Qué sientes?

Cuando admiras la belleza de un paisaje, eres tú quien experimenta una emoción de satisfacción. Cuando admiras la belleza de una obra de arte, eres tú quien siente fascinación. Cuando admiras la belleza de una persona, eres tú quien siente atracción.

Cuando admiras la belleza, te sientes bien, te sientes optimista, el hipotálamo libera grandes cantidades de endorfinas y serotonina que hace experimentar emociones de optimismo, pasión, paz, y felicidad.

La gente se siente atraída por personas que transmiten optimismo y felicidad. Todos los grupos sociales suelen estar liderados por alguien que transmite con pasión todas estas emociones, convirtiéndose en un centro de atracción. A todo el mundo le gusta sentirse bien, y quieren contagiarse de su optimismo y felicidad. El optimismo y la felicidad hace que dejemos de experimentar todas aquellas emociones nocivas que nos hacen daño, como el miedo, la rabia, la culpa, complejos, etc.

Cuando una persona transmite emociones positivas a otras personas hace que se sientan felices. Estás a su vez empiezan a transmitir y contagiar esa felicidad a los demás, creándose un círculo virtuoso de comunicación emocional.

Cuando consigues transmitir estas emociones con la misma pasión, te conviertes en un imán para otras personas, te transformas en una persona atractiva, una persona llena de belleza.

Se dice que la belleza está en todos lados y en todas las cosas. Eso es porque en realidad la belleza la llevas siempre contigo.

6 de mayo de 2011

FAROS

“El saliente rocoso se prolonga mar adentro, en su extremo, distante algunos kilómetros, el faro levanta su silueta: una luminosa columna durante la noche, difuminada durante el día”. El Faro. Henry Wadsworth.


Los faros quizá surgieron para calmar la desesperación de quienes esperaban el retorno de los barcos perdidos en la oscuridad de la noche.

Al principio, no eran más que grandes hogueras encendidas sobre los acantilados y confiadas a un vigilante que había obtenido cierto prestigio en este ritual, pero cuando las ciudades crecieron junto a las costas y se construyeron los primeros puertos, los faros se convirtieron en inmensas torres.

El origen de los faros no es muy difícil de imaginar. Su nombre proviene de una torre recubierta de mármol de unos 160 metros de altura, que se erigió en la isla de Pharos, situada al oeste de la desembocadura del Nilo y frente a la ciudad de Alejandría.

El Faro de Alejandría fue el faro más famoso del Mediterráneo, y fue considerado una de las siete maravillas del mundo.

El encargado de su construcción, en el año 285 a.C., fue el arquitecto e ingeniero Sóstrato de Cnido. Según la leyenda, Sóstrato buscó durante mucho tiempo, para los cimientos, un material que resistiese el agua del mar, y finalmente construyó el faro sobre gigantescos bloques de vidrio.

La torre tenía una base cuadrada y se dividía en cuerpos cada vez más pequeños; en lo alto se situó una pequeña mezquita, a la que se accedía por una rampa en espiral. El fuego, alimentado con leña y resina, se encendía en la azotea de la mezquita, en la parte más alta; junto al brasero se colocaba una especie de espejo con forma de lente, que se ponía delante de la llama para proyectar la luz a mayor distancia.

Gracias a un sistema de iluminación ideado por Arquímedes, dicha luz se podía ver desde una distancia de unas 25 millas en noches de buena visibilidad.

El faro quedó totalmente destruido en el año 1349, después de sufrir un progresivo deterioro ocasionado por el paso del tiempo y algunos terremotos, que han ocultado para siempre sus ruinas.

No hay duda de que el faro de Alejandría fue el más famoso de todos sus tiempos, por ello fue el que dio nombre a este tipo de torre con luz que se ha ido perfeccionando a lo largo de los siglos hasta llegar a nuestros días.

En cuanto a la figura del farero, la imagen que ha quedado en nuestra retina, gracias al Romanticismo, no es otra que la del farero luchando contra la tormenta, con su impermeable.

Los avances tecnológicos han hecho innecesaria la presencia permanente de estos (que antaño tenían su residencia en la misma edificación) aunque la mayoría de los faros conservan aún las sirenas de alarma que despertaban al farero cuando sucedía una emergencia.

De todos modos, cuando la electrónica falla y se produce el apagado de un faro, la presencia humana vuelve a ser tan necesaria como en otros tiempos para girar las lámparas manualmente y cronometrar la frecuencia de los destellos con un simple reloj de muñeca.

El faro es y ha sido punto de referencia y guía de navegantes, además ha servido como tema y argumento de películas y novelas.

Su ubicación en puntas o salientes del litoral, en islas o bancos de arena, realzan su esbeltez y presencia, prestándose a evocar historias fantásticas y románticas de marinos y damas, de naufragios en noches tormentosas y de niebla.

En definitiva, los faros han sido la luz de las noches de la historia de la humanidad, veladores del bienestar de nuestros marinos, sufriendo las inclemencias del tiempo que han provocado en muchas ocasiones verdaderas catástrofes humanas.

Y según dice la leyenda, estos náufragos se encargan de gritar con voz de sirena, alejando a los barcos de la costa durante las noches de niebla…

Los faros que ilustran el texto pertenecen todos ellos a la Bretaña Francesa (Ar-Men, La Jument, St. Mathieu, La Vieille).